¿Cómo te sientes? ¿Te sientes? ¿Sientes? ¿Sientes cómo te sientes? 

Por Mauricio Aldana, profesor de Aprendizaje Socioemocional de la Institución Universitaria Colombo Americana – ÚNICA. 

Desde mi adolescencia he estado fascinado por la conexión existente entre nuestro cuerpo y nuestros estados de ánimo. Mi punto de entrada a este tema, ya hace más de 25 años, fue el libro El Cuerpo Tiene sus Razones: Autocuración y Antigimnasia de Therese Bertherat. Me llegó en el momento en que más lo necesitaba. En ese entonces no me encontraba en un buen lugar ni emocional, ni psicológicamente hablando. Me sentía desconectado de todo y de todos. Estaba en mi noche oscura del alma y realmente no sabía si algún día iba a poder salir de ahí.  

Andrew Solomon, terapeuta norteamericano, dice sabiamente que lo opuesto a la depresión no es la felicidad sino la vitalidad. La vitalidad tiene una cualidad expansiva que permea todas nuestras actividades. Es una energía que nos saca del sopor de lo rutinario y nos lleva a abrigar con nuestra presencia todo lo que hacemos. Ese tipo de vitalidad es muy común en la niñez. Por eso mismo, en algún momento llegué a pensar erróneamente que ese ímpetu gozoso sólo existía en ese periodo y que una vez finalizado, sólo podíamos visitarlo por medio de la agridulce melancolía. ¡Qué sano es recordarse una y otra vez que podemos estar equivocados! 

A través del libro de Therese, aprendí diferentes ejercicios que me enseñaron a conectarme con mi cuerpo nuevamente. Los movimientos que ella describe apuntan a deshacer de manera amable las diferentes tensiones que se van acumulando hasta crear una especie de armadura como respuesta a agresiones reales y/o imaginarias que hemos recibido del entorno. Esa especie de caparazón no discierne entre un ataque y una muestra de afecto y nos aísla no sólo de lo malo, sino también de lo bueno. De esa manera, y sin darnos cuenta, empezamos a asfixiar nuestra vitalidad. 

Gracias a Therese, inicié una exploración concienzuda de mi propio cuerpo y la manera como se relaciona con mi universo emocional y psicológico. No me casé con su aproximación, pero si la tengo como un referente de alguien que habla con sabiduría desde la experiencia. 

Recientemente me topé con diferentes prácticas que validan muchas cosas que he venido explorando por mi cuenta siguiendo fielmente la voz de mi intuición. La primera tiene que ver con el trabajo de Alexander Lowen, un psicoterapeuta estadounidense que diseñó diferentes protocolos de movimiento para acompañar la práctica clínica que llevaba a cabo con sus pacientes. A través de sus investigaciones se dio cuenta de que los traumas dejan una huella fisiológica que encierra en cierta manera al cuerpo en una armadura hecha de sus propias tensiones y que, para llevar el proceso terapéutico a buen término, era esencial liberar esas tensiones. 

Me enteré de su trabajo por medio de un canal que se llama Academy of Ideas. Si bien en los videos describen los principios de su trabajo, por cuestiones de pertinencia, no incluyen los movimientos que él le sugería a sus pacientes. Sin embargo, en estas maravillosas épocas de libre acceso a la información, hay varios canales en donde una mente curiosa puede saciar su sed. Los ejercicios son sencillos y pueden ser practicados fácilmente en casa. Probablemente la primera reacción ante lo que sugieren sea una mezcla escepticismo y burla, lo cual es totalmente entendible. Algunos de los movimientos se ven tan ridículos que muchos no osarían a hacerlos en público so pena de ser enviados al sanatorio más cercano. Lo bueno, digo yo, es que nadie nos pide que los hagamos en público. Podemos seguir la bellísima idea de Gastón Bachelard, el filósofo y ensayista francés, al referirse a la casa: 

“Si se me pide que nombre el principal beneficio de la casa, debería decir: la casa alberga un día soñando, la casa protege el soñador, la casa le permite a uno soñar en paz.” 

Viendo la casa desde esa perspectiva, ésta se convierte en el espacio de nuestros juegos y nuestros experimentos. Por medio de la experiencia, decía John Dewey, es que realmente aprehendemos las cosas. El laboratorio de nuestra propia experiencia debe ser el verdadero juez de efectividad de las prácticas que estamos llevando a cabo. 

La segunda práctica que encontré tiene que ver con un artículo que leí hace poco más de una semana. El artículo se llama ¿Puedes sentir tu propio corazón? Tu respuesta habla mucho de ti. En él se describe el trabajo de la doctora Rebecca Smith quien ha estudiado los últimos veinte años la relación entre la interocepción -la capacidad de sentir nuestro interiory nuestra salud mental y emocional. Sus hallazgos, y los de otros investigadores que trabajan en esa misma área, son absolutamente fascinantes. 

Las más recientes investigaciones han permitido establecer de una manera más clara la relación entre nuestros estados emocionales y nuestro cuerpo. Si bien es cierto que nuestros estados emocionales influyen en el comportamiento de nuestro corazón, también es cierto, que la manera cómo interpretamos las señales de nuestro cuerpo determina lo que experimentamos y cómo actuamos en consecuencia. 

La corteza cingulada anterior es la parte del cerebro encargada de procesar nuestras sensaciones internas, pero además tiene un papel fundamental en el procesamiento de la emoción. Los investigadores sostienen que nuestras emociones no son necesariamente las reacciones a los estímulos externos, sino la estrategia que utiliza nuestro cerebro para explicar la causa de esas sensaciones. 

Por ejemplo, pensemos en la ansiedad que le provoca a muchas personas hablar en público. Esta ansiedad viene acompañada de unas características fisiológicas particulares fácilmente identificables: aceleración del ritmo cardiaco, respiraciones más rápidas, cortas y superficiales, tensión en el abdomen, etc. Muchos terapeutas sugieren que para poder afrontar esta situación de una manera más eficiente, la mejor estrategia no es decirse: “Estoy calmado, estoy tranquilo, estoy relajado,…” o frases por el estilo. La razón es que, por más bienintencionado que esto sea, no corresponde a lo que estamos sintiendo. Lo que sí podemos hacer, sugieren ellos, es decirnos algo como: “Estoy emocionado de estar aquí, estoy emocionado de poder compartir algo que preparé muy bien, estoy emocionado de presentarles el fruto de mi trabajo,…” La razón de esto es que las características fisiológicas de lo que asociamos con ansiedad, son muy parecidas a las que relacionamos con la excitación. Esta estrategia psicológica se llama reencuadre cognitivo (Cognitive reframing) y le ha servido a muchas personas para manejar diferentes tipos de retos sociales y personales. 

Regresando al tema de la interocepción, los investigadores señalan que nuestra capacidad para sentir nuestro cuerpo tiene una estrecha relación con nuestra ecuanimidad emocional y psicológica. Sostienen que el déficit interoceptivo está presente en el trastorno del pánico, la depresión, los trastornos alimenticios, el abuso de sustancias, y el estrés postraumático. Hoy en día, se están utilizando diferentes protocolos para incrementar la conciencia interoceptiva en las personas que sufren estas aflicciones y los resultados que han tenido son bastante promisorios. 

Todo lo que mencioné anteriormente lo podríamos poner tranquilamente en la caja de lo anecdótico, algo que se comparte al calor de un buen café, sin embargo, nos estaríamos haciendo un flaco favor si no decidiéramos llevarlo a la práctica. La calidad de nuestra relación con nosotros mismos y con los demás depende en gran medida de nuestra ecuanimidad emocional. Al incluir prácticas de sensibilización y mejoramiento de nuestra capacidad interoceptiva estamos cultivando nuestra inteligencia emocional y por ende, todas nuestras relaciones. 

A continuación voy a describir un par rutinas sencillas para quienes quieran empezar a explorar su conciencia corporal: 

  1. Escaneo corporal: En esta práctica hacemos un recorrido a todo nuestro cuerpo tomando conciencia de cada parte. En este enlace se encuentra una meditación guiada de sólo 11 minutos.
  2. Respiración abdominal: La podemos hacer nos sentimos agitados o ansiosos, pero se puede hacer en cualquier momento del día para centrar nuestra mente.

Estos son los pasos: 

  • Sentarse con la espalda recta y los hombros relajados. 
  • Cerrar los ojos. 
  • Tomar aire por la nariz mientras expandimos el abdomen. 
  • Exhalar lentamente por la boca haciendo una “O” con los labios mientras producimos un breve murmullo con el aire. 
  • Repetir este ciclo durante tres minutos como mínimo. 

Este tipo de prácticas las debemos abordar con un espíritu de curiosidad. La idea es darnos cuenta por medio de la experiencia de que realmente sí podemos llegar a tener más control sobre nuestro universo emocional y sensorial. Este descubrimiento es un bálsamo para aquellos que se han sentido prisioneros de una constante desazón. 

Algo importante para tener en cuenta es no obsesionarse por conseguir resultados inmediatos. Ellos se producen orgánicamente por medio de la práctica intencional y sostenida. Es similar al trabajo de nuestros campesinos cuando siembran. Primero se prepara la tierra (nuestra intención), después se siembran las semillas (el ejercicio que escogimos), luego se riegan periódicamente (la práctica deliberada), y finalmente se hace la cosecha (mayores niveles de resiliencia emocional). Como cualquier siembra, siempre habrá imprevistos que pueden entorpecer el proceso. Algunas veces esos imprevistos somos nosotros mismos y nuestra propia impaciencia. Lo que más me ha servido en esos casos ha sido recordar mi propósito original: Gozar de la ecuanimidad suficiente para reconocer mi propia valía porque justamente allí es donde nace mi motivación para seguir explorando mi potencial y para contribuir al bien común.    

¡Salud por las buenas cosechas! 

 

Autor: Mauricio Aldana, profesor de Aprendizaje Socioemocional de la Institución Universitaria Colombo Americana – ÚNICA.  

 

Este contenido es una iniciativa del Programa Educadores Seguros Bolívar: Ser docente, ser transformador 

 

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Referencias:  

Khalsa, S. et al. (2017, December 28). Interoception and mental health: A roadmap. Biological Psychiatry: Cognitive Neuroscience and Neuroimaging. https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2451902217302343 

Love, S. (2020, February 3). What it means if you can feel your heart beating. What It Means If You Can Feel Your Heart Beating. https://www.vice.com/en/article/akw3xb/connection-between-heartbeat-anxiety. 

Solomon, A. (2001). The Noonday Demon: An Atlas of Depression. New York: Scribner. Chicago 

Lowen, A. (2005). The Voice of the Body. The Alexander Lowen Foundation: Vermont. 

Romero, J. (2020, July 23). La CORTEZA Cingulada Anterior: Control ejecutivo, Control emocional. Blog NeuronUP. https://blog.neuronup.com/sobre-la-corteza-cingulada-anterior-control-ejecutivo-control-emocional/. 

Referencias de las fotografías: 

Foto de Spencer Selover en Pexels/ www.pexels.com  Foto de cottonbro en Pexels/ www.pexels.com